Dramaturgos / Alejandro Moreno Jashés  

 

 


Sala de urgencias

de Alejandro Moreno Jashés

A Juan Carlos Montagna

Personajes:
Enfermera
Madre
Hijo
Hombre
Mujer
Un hombre
Travesti

Sala de espera de la urgencia de un hospital. Una enfermera habla con un hombre que está sobre una escalera pintando un letrero que dice "URGENCIA" 

Enfermera: Ella tenía algodón en la herida. La herida tenía una costra dura y grande que iba desde la rodilla hasta los tobillos. El algodón no dejaba al cuerpo cicatrizar el corte y más lo infectaba. Había que sacar la costra para poder limpiar el algodón que se quedó en la herida. Yo se lo dije y le pedí que pensara en algo, que no viera la herida mientras le intentaba quitar la costra. Que pensara en otra cosa. Yo sabía el grito que iba a dar, porque la herida era fea y el algodón estaba seco e iba a tirar la costra: y no gritó.  Le pasé un cepillo con agua tibia para quitar el algodón y no decía nada. Después de curarla, le pregunté con confianza en qué había pensado mientras yo le sacaba la costra y no me respondió. Empezó a venir todos los días con heridas infectadas y pensaba en "eso" mientras yo le curaba el corte. Un día llegó con los dos brazos infectados y no dejaba que le pusiera anestesia. Quería que le cosiera los puntos sin calmantes. 

El hombre la mira y sigue pintando el letrero

Este hospital es demasiado pobre. Acá no hay camas, ni remedios, ni utensilios prácticos en caso de alguna emergencia. Y en este hospital hay filas muy largas de espera... Necesito su nombre para poder ingresarlo, necesito su carnet para anotarlo en los archivos, no le pido dirección porque sé que no tiene techo.

A la Sala de Urgencia llega la gente desesperada. De todo tipo, en las fiestas son típicos los que chocan, los quemados, también niñas que abortan, diciendo que les duele "un poco el estómago" y llegan amarillas. La gente llega apurada, pero no todos pueden correr, apurados y con dolor quieren ser primera prioridad.
Todos los casos de urgencia es por no prevenir, por no querer a su cuerpo la gente se ahoga, por no querer a su cuerpo, los dedos llegan retorcidos por el azote de la corriente. Hay gente que viene siempre, que si no es una gastroenteritis, es la pierna rota, que el clavo enterrado en la planta. La gente en la Sala de Urgencia para poder ser atendidos antes, para ganarse la consulta, independiente el orden de llegada saca sus mejores gritos, le caen sus lágrimas más gordas y la mirada que exprese más dolor, hasta los niños de meses de vida improvisan, ansiosos y teatrales. Pero una no deja de sentir, una puede encariñarse del dolor ajeno sólo por pocos minutos.
 

El hombre desaparece del espacio subiendo los peldaños de la escalera. Fin de la introducción. 


CASA

Una mujer (69). Su hijo (49). Están sentados a la mesa.

Madre: Tómate esa sopa que se enfría. No tienes hambre, entonces qué tienes.  ¿Qué tenemos? ¿A quién realmente te pareces? Una vez te encontraron parecido a otro niño y lo mordiste. Cada vez que te comparaban con otro tú mordías. Hay gente que en sus espaldas tiene marcada tu furia infantil. No muerdas la cuchara que a ella no te pareces. Sorba de esa sopa que se te enfría. Cierra las ventanas que la sopa se te enfría. Que nadie te vea comer con tanto odio ese miserable plato de sopa, que nos sitúan en una pobreza que va mas allá de la carencia de las cosas. No tires el plato de sopa aunque tengas rabia, porque nuevamente tendrás hambre y sólo podrás pasar la lengua por las paredes y eso sería demasiado.
Yo no puedo prepararte cosas mas elaboradas, como tampoco puedo decirte cosas más claras. No discutiremos ahora. Ni siquiera vamos hablar. No hay postre.

Por favor arrástrame a mí ahora al hospital. Que te vean a ti y luego a mí. Que nos examinen, que nos toquen.  

 
SALA DE ESPERA

Ahora en la sala de espera vemos a la mujer y su hijo. La mujer está muy histérica, su hijo la mira con indiferencia. Ella lo trata como si fuera un niño pequeño. Son escandalosos, teatrales y enfermos.

Madre: (Desde afuera) Lo que pasa es que tú no comes nada y te enfermas, no comes nada, estás feo de lo flaco, no te voy a dejar hacer nada de lo que quieras cabro de mierda, porque yo también estoy muy mal. Y por favor cuando entremos te callas, que la señora enfermera está muy ocupada y tiene muchos pacientes y uno no puede andar interrumpiéndola. Hoy te toca que te vean a ti, así que aprovecha la consulta.
Enfermera: Señora.
Madre: Hola buenas, sabe que el niño está mal.
Enfermera: (Mira al niño que es una persona adulta, pero no encuentra respuesta) ¿Qué te pasa?
Madre: Lo que pasa es que no come, que vomita lo que come, después no quiere dormir, le viene una fiebre tremenda y por la noche tengo que pasearlo, toda la noche. Usted no se imagina cómo son mis noches. 

 (Vuelve la mirada sobre el niño adulto, que está inmutable)

Enfermera: ¿Sí, pero qué te pasa? ¿Te duele algo rey?
Madre: Todo, le duele todo, eso es lo que pasa, es que cualquier cosa y se resfría, cualquier cosa y le sube la fiebre. Lo único que le gusta es estar en el barro jugando.
Enfermera: Sí, pero me gustaría que él mismo me dijera lo que le pasa.
Madre: Es que le va a decir insultos o tonteras señorita, no le pregunte, está enfermo, a mí no me habla, yo le digo es así para comer, para levantarse, para bañarlo, siempre igual.
Enfermera: Entonces, qué hacemos.
Madre: Entonces nos vamos, porque es lo más normal del mundo que este niño le pasen estas cosas, yo ya he hecho todo lo que puedo y no quiero que me mortifique. Es tremendo señorita.
Enfermera: (Cariñosa con el hijo) ¿Quieres decirme en secreto lo qué te pasa?
Madre: Qué secretos, si no me dice ni a mí. Yo no doy más, seguro que llega a la casa y se pone a toser, está con ronchas debajo de la camisa... Disculpe, me puede dar algo para mí, sabe que como no duermo estoy desesperada (llora). Cabro de mierda te vas a arrepentir el día que me muera. Me quieres volver loca, pero no lo vas a conseguir. Yo soy la que está enferma. Yo también tengo granos y ronchas. Tengo dolores. Tengo tremendos y salvajes dolores, pero yo los soporto  (se desmaya y se recompone). Nos vamos. Salgamos de aquí.
Enfermera: Siguiente por favor, el sesenta y dos. La madre y el hijo van por la calle, vuelven a casa.
Madre: ¿Tú vas a matarme o te vas a matar tú? ¡Dime por lo menos qué va a pasar!  ¿Qué me vas a dejar cuando te mates?
Hijo: Un cuerpo en el suelo que será incapaz de levantarse.
Madre: No te mates. Ya nadie nos acarreará. Siento que cargo contigo. Siento que el suelo se abre, que las ventanas se abren, que nos están viendo con unos ojos de insomnio.
Hijo: No es así, esto esta ensayado.
Madre: ¿Sí?
Hijo: Pero creo que el papel estuvo flojo. No eras clara al referirte a mis dolencias
Madre: ¿En dónde crees que más fallé?
Hijo: En el acento, porque no era todo lo popular que debía ser.
Madre: Nos obsesionamos con nosotros mismos ¿quién de nosotros dejará de verse primero?
Hijo:
 Todo esto está ensayado y tú lo sabes. Repites tanto lo mismo que pareciera que quisieras que no sucediera.
Madre: Hablas tan poco claro y ya nadie te arrastra.
Hijo: Se me olvidó mi nombre ya no me preocupo del acento. Se me pegan las cosas y voy soltarlo todo.

 

SALA DE ESPERA 

Muchos paciente esperando ser atendidos. Entra un hombre (36)  con un perro en los brazos. El hombre no respeta el orden de llegada y traspasa el umbral de espera y se acerca a la enfermera que sorprendida se lava las manos para atender al próximo paciente.


Enfermera: ¡Hombre! Qué hace. Saque al perro.
Hombre: Se tragó algo y no se mueve, se quedó quieto: no puede ni ladrar. Véame al perro por favor, se lo suplico. Es mi perro y se me muere.
Enfermera: Pero no puedo.
Hombre: Se lo suplico, es mi perro, mírelo como está, no puede ni ladrar, no muerde no le va a hacer nada.
Enfermera: Pero éste es un hospital para gente no para perros
Hombre: Es que usted no conoce a este perro, pero por favor, por eso vengo, se me muere, en el auto vomitó y no puedo soportar ver vomitar a mi perro, se lo suplico. Le pago.
Enfermera: No es cosa que me pague o no me pague. No estoy autorizada para atender perros. Busque una clínica veterinaria.
Hombre: No llego. El perro está transpirando, con tercianas, se muere si no le da algo, un calmante. Véalo, no muerde.
Enfermera: Saque a su perro. Yo no puedo atender perros, porque no sé.
Hombre: Mírelo (acaricia al perro que lo muerde, grita). ¡Mi mano!
Enfermera: ¡Cuidado!
Hombre: ¡Me mordió la mano! (la mano del hombre sangra)
Enfermera: Saque su número y espere en la fila, que hay mucha gente esperando.
Hombre: ¡Mi mano, me mordió la mano!. Mire cómo me sangra. Póngame algo.
Enfermera: Señor saque un número y yo lo atiendo, pero hay gente esperando.
Hombre: Pero me sangra. Míreme la mano.
Enfermera: Y mire a la señora que no para de gritar y al niño que viene quemando. Llegaron antes que usted. Saque su número y póngase al último. Por favor saque al perro.
 

CASA

 Están el hijo y su madre sentados a la mesa. El hijo toma sopa.


Madre: Lo que pasa es que tú no comes nada y te enfermas y ya no hay Dios que nos ampare, sólo tenemos cosas, estás feo de lo flaco como si te hubiesen colgado a ti también. Me empeño en creer cosas que no son ciertas. Te borras, te irás como tu padre un día, vomitas lo que comes, porque masticas sin fe lo que te alimenta, después no quieres dormir por miedo a despertarte nuevamente en ti, te viene una fiebre tremenda y por la noche tengo que pasearte toda la noche.
  Tengo que acarrearte de un lado a otro como a estos muebles, te tengo que mover para que luego lo intentes tú. Te desplazas tan mal, te arrastras casi siempre. No somos claros en apuntar dónde nos pica. Estamos haciendo el ridículo, cierra la ventana que se te enfría. ¿Qué te pasa, te duele algo rey o es que te pica realmente todo? Es que cualquier cosa y te refrías, cualquier cosa y te sube la fiebre y te pongo toallas mojadas, manteles mojados, cortinas mojadas, me mojo yo y te abrazo. Lo único que te gusta es estar en el barro jugando a la guerra y con esto ya tenemos bastante, soldadito. ¿Quieres decirme en secreto lo que te pasa? Estás viejo, si nos vieran no creerían lo que somos. Este es un espectáculo pobre, como los hospitales en donde nos reciben con mala cara y poco entusiasmo. Sin ninguna intención de ayudarnos. Me duele la cabeza y estoy nerviosa y lo sabes y tengo que seguir arrastrándote, como si fueses una cosa, que después de puesta en un sitio, se cambia de lugar para maravillarme nuevamente al verla. Sé que quieres sorprenderme con tus movimientos, pero la realidad es que tú me asustas. ¿Te pasa algo rey, dime en secreto lo que te ocurre? Pega tu boca a mi oído y habla. Deja de pasar tu lengua con rabia por
tu boca y di. Ay, tus gestos, en qué nos parecemos. Estás con ronchas debajo de la camisa. Cabro de mierda te vas arrepentir el día en que me muera, pero no lo vas a conseguir porque ya lo estoy. Sabes que como no duermo estoy desesperada y así se me pasan los días en los que debiera vivir. Yo soy la que está enferma, mira también tengo en mi piel granos que me pican y no puedo rascarme, porque tengo que estar arrastrándote. Ahora, en este momento tengo un ataque, te suplico que me arrastres, ahora a mí al hospital.

 

SALA DE ESPERA

 A la sala entra el hijo y le explica a la enfermera lo que le ha sucedido a su madre, anciana y enferma. 

Hijo: Escuche que dijo que estaba enferma y me acerqué, yo seguía en el suelo y me acerqué. Pensé que se agravaba. Yo mientras me acercaba no podía dejar de insultarla. Así que nos vinimos del brazo. Caminé con ella por las calles escuchando cómo tosía. Yo traduje su tos en rabia y así nos fuimos los dos, por una calle en la que nos podíamos caer en cualquiera de sus puntos. Nos preguntábamos sin hablar quién era él que nos dejo. Quién fue el que se fue, hablamos, incluso  con gestos, de qué era lo que nos hacía tener tanto miedo y volvió hablarme de Dios, yo pensé que debía dejarla y alejarme nuevamente, pero estaba mala, no podía mover las piernas y sus hombros y sus rodillas y sus manos ya no podían ni siquiera persignarse frente a la iglesia por la que pasábamos. Yo se la dejo. Voy a ir a buscar el dinero que necesitamos para pagar sus remedios y los míos. 

El hijo se va. La madre le habla a la enfermera. 

Madre: Ya es muy tarde tan tarde y tan temprano, siempre tan. Las horas no perdonan y las cosas pasan como nosotros, no como las horas que no tiene idea que estamos atados a ellas. Él salió como si tuviera algo que hacer. Sé que tenemos un problema tan alto. Tan arriba está nuestro problema que involucra al gobierno que también esta absolutamente enfermo. A veces saber algo es una maldición como no confiar en quien sujeta desde arriba la escalera. Después de esto las cosas cambiarán. Él nunca volverá a tocarme porque le doy asco. 

La enfermera se va y la madre queda sentada en la sala de espera. Entran y salen enfermos de la urgencia. Entra una mujer joven que quiere ser atendida de inmediato. La madre trata de explicarle a la mujer que ella está primero.  

Madre: Señora perdone pero me toca a mí, sabe que llevo dos horas, usted me vio desde que llegó, mi hijo fue a buscar dinero y la señorita enfermera me atiende ahora mismo
Mujer: Sí, pero usted también me vio acá desde hace dos horas atrás, fui a estacionar el auto y volví. Mire el número. Soy el cuarenta y ocho.
Madre: Sí, señorita lo veo, pero sabe que yo no me puedo mover y no alcanzo la maquinita que da los números. Pregúntele a la enfermera que ahora mismo viene
Mujer: Mire abuelita ese no es mi problema, permiso.
Un hombre: Pero, sabe que debería considerarlo, mírela, si no puede llegar a la máquina de los números.
Mujer: Bueno si usted se preocupa tanto, porque no le da su número.
 

El hombre se calla y retrocede. A la madre le da un ataque y muere. La mujer no le ayuda. Sale la enfermera.

Enfermera: ¿Y la señora...? ¿Llegó su hijo?
Mujer: (Percatándose que está muerta) No sé, sabe que lleva un buen rato durmiendo  (tiritando) ¿No es cierto caballero?
Un hombre: Claro...
 

La enfermera se da cuenta de que la madre ha muerto.

 

 El FALLIDO ASALTO AL BANCO

Estamos en un banco. En donde también hay una fila con gente esperando ser atendida como en la sala de urgencias. El hijo a dejado a su madre en el hospital y se dispone asaltar a este banco. Él no sabe que su madre acaba de morir.

Hijo: ¡Arriba las manos, éste es un asalto, no se muevan que esto es un asalto y yo tengo una pistola, si se mueven yo disparo y mato al que se le ocurra lanzarse sobre mí, porque esto es un asalto, ya se los dije! ¡Un asalto, esto es un asalto! Ahora quiero que poco a poco, en silencio levanten sus manos y metan las manos a sus bolsillos para sacar todo lo que tengan de valor, pero nadie se mueva, por favor, que soy capaz de matarlos.
Travesti: ¿Cómo vamos a levantar las manos si quiere que nos metamos las manos en los bolsillos? ¿Qué hacemos realmente?
 

(Acercándose al asaltante, sin tenerle miedo, aquí nos damos cuenta de que el asalto está mal realizado y que no genera terror) 

¿Cómo quieres que no nos movamos si nos estás pidiendo que nos metamos las manos a los bolsillos?
Hijo: (Confundiéndose) Sí, pero es que... Arriba las manos, nadie se mueva, si se mueven disparo. (A la cajera) Dame el dinero en... (se da cuenta que no tiene una bolsa en donde guardar el dinero) ¡Mierda la bolsa! Nadie se mueva (se quiebra el asalto nuevamente). Denme una bolsa, rápido. ¿Alguien tiene una bolsa?
Travesti: Sí, yo tengo una. ¿Te la paso?
Hijo: Dámela.
Travesti: Pero si me das un beso.
Hijo: ¿Qué dices?
Travesti: O te quedas sin bolsa y no te puedes llevar nada. (El hijo se acerca y le da un beso) Gracias mi guerrillero loco.
Hijo: Ahora "métamela" (la fila, asaltada, ríe). Digo que la eche a mi bolsillo. (El hijo asaltante está haciendo el ridículo) ¡La bolsa!
Hijo: No se muevan que levanto las manos (todos ríen. El hijo se confunde en lo que dice). Si se mueven disparo (dispara al cielo).

 El Travesti se pone en el mismo lado del asaltante, quitándole todo el poder en este asalto.

Travesti: Hola soy Alberto Torres y vengo a cobrar mi sueldo. La fila aplaude y entra un guardia que dispara al travesti y lo mata. El guardia da un segundo disparo que da en el brazo del hijo asaltante que queda moribundo.  

 

SALA DE URGENCIAS 

Cambio de atmósfera. El hijo llega herido al hospital. La enfermera lo atiende. Sólo ellos están iluminados.

Hijo: ¿Ha muerto ya mi madre?
Enfermera: Sí
Enfermera: ¿Y qué ves?
Hijo: Que estoy diciendo.
Enfermera: ¿Qué querías?
Hijo:  Una bolsa.
Enfermera: ¿Cuántas?
Hijo: Depende.
Enfermera: ¿De qué?
Hijo: De lo astuto que fuera en el robo.
Enfermera: ¿Entraste gritando?
Hijo: Sí
Enfermera: ¿Y qué gritaste?
Hijo: Palabras cortas
Enfermera: ¿Cómo estaban los cuerpos?
Hijo: Alineados
Enfermera: ¿Y qué estas viendo?
Hijo: Qué estoy diciendo
Enfermera: Ahhh ¿Cómo crees que se te va el aire?
Hijo: Cuando hablo mucho
Enfermera: ¿En las palabras cortas se escapa menos?
Hijo: Si se gritan no.
Enfermera: ¿Y tú gritas palabras cortas?
Hijo: A veces.
Enfermera: ¿Asaltando querías tu vida fuese una película?
Hijo:  No.
Enfermera: ¿Estás seguro que no eres un personaje público?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Qué estás viendo?
Hijo: Qué estoy diciendo.
Enfermera: ¿Le has rezado a cartones?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Has sublimado el poder del yeso?
Hijo: Lo alabé incluso
Enfermera: ¿Has suplicado?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Qué te ha parecido?
Hijo: Demente
Enfermera: ¿Por qué?
Hijo: Porque me vi adorando un cartón
Enfermera: Y... ¿cómo suplicabas?
Hijo: Con postura o sonido.
Enfermera: ¿Podrías apuntar a quién le suplicas?
Hijo: Podría.
Enfermera: ¿Y adentro?
Hijo: Oscuro
Enfermera: ¿Y el cuerpo?
Hijo: Por dentro también oscuro
Enfermera: ¿Y cómo brilla?
Hijo: Si se golpea o se raja
Enfermera: ¿Qué te hizo falta?
Hijo: Un Dios cariñoso y no tan caliente
Enfermera: ¿Qué es lo que te hace sentir mal?
Hijo: No poder responderte con exactitud
Enfermera: ¿Quieres escoger alguna pregunta?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Eres un personaje público?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Has salido alguna vez de país?
Hijo: Sí, hace mucho.
Enfermera: ¿Pero has salido en los diarios?
Hijo: Quizás.
Enfermera: ¿Qué esperas?
Hijo: Que la piel se encargue de hacer piel de nuevo a la herida.
Enfermera: ¿Cómo te ves?
Hijo: Me veo diciendo.
Enfermera: Quizá salgas en el diario y seas una persona pública.
Hijo: Todos somos personas públicas.
Enfermera: ¿Y tu vida privada?
Hijo: ¿A muerto mi madre?
Enfermera: Sí. ¿Y las heridas, en qué partes están los cortes?
Hijo: En la planta de los pies y detrás del cuello, debajo de la nuca.
Enfermera: ¿Qué cosas te han regalado?
Hijo: (Ríe) El cuerpo y sus partes.
Enfermera: ¿Cómo es adentro?
Hijo: Oscuro.
Enfermera: ¿Y si lo iluminas?
Hijo: Tendrían que exagerar los cortes
Enfermera: ¿Qué cosas tienes?
Hijo: Pocas (apunta).
Enfermera: ¿Podrías guardarlas en una caja?
Hijo: En tres o en cuatro.
Enfermera: ¿Has salido de tu país?
Hijo: Sí.
Enfermera: Si yo te muestro un mapa, podrías apuntar a tu país.
Hijo: Podría.
Enfermera: ¿Y si no te lo muestro podrías apuntarlo?
Hijo: No
Enfermera: ¿Te han aplaudido?
Hijo: No
Enfermera: ¿Has robado?
Hijo: Era mi primera vez
Enfermera: ¿Podrías apuntar lo que robaste?
Hijo: No podría
Enfermera: ¿Por qué?
Hijo: Porque no lo hice
Enfermera: ¿Y la piel si se abre?
Hijo: Se ilumina
Enfermera: ¿Dónde están los cortes?
Hijo: Detrás de la nuca
Enfermera: ¿Y las manos?
Hijo: Los cortes de las manos ya no se notan.
Enfermera: ¿Has tenido cortes por otros lados?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Podrías apuntar donde has tenido cortes?
Hijo: Podría.
Enfermera: ¿Qué estas viendo?
Hijo: Qué estoy diciendo.
Enfermera: ¿Y la enfermedad?
Hijo: Carente de fe.
Enfermera: ¿Sin Dios?
Hijo: Sin nada
Enfermera: Libre entonces
Hijo: Ciudadana del cuerpo
Enfermera: ¿Qué tenías tú?
Hijo: Un par de cosas.
Enfermera: ¿Y que querías tú?
Hijo: Nada mas de lo que tenía.
Enfermera: ¿Pero por qué te aproximaste y fuiste violento?
Hijo: No sé.
Enfermera: ¿Querías hacer daño a alguien?
Hijo: No
Enfermera: ¿Creías que eso iba a dar miedo?
Hijo: Quizás.
Enfermera: En eso también te equivocaste. ¿Ensayaste?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Cómo?
Hijo: Como un juego.
Enfermera: ¿Jugabas para ganar, no?
Hijo:  Sí
Enfermera: Y no ganaste
Hijo: No
Enfermera: ¿Crees que el papel estuvo flojo?
Hijo: Sí
Enfermera: ¿En dónde crees que mas fallaste?
Hijo: En el acento
Enfermera: ¿Por qué?
Hijo: Porque no era todo lo popular que debía ser
Enfermera: Por supuesto. Un papel más malvado, hubiese estado mejor creo yo.
Hijo: También yo lo creo.
Enfermera: ¿Y la cola?
Hijo: Herida, en sus múltiples cuerpos desgarrados
Enfermera: ¿Por qué?
Hijo: Se abalanzó. No fui capaz de diferenciarla, se rió de mí delante del resto y la mataron.
Enfermera: ¿Tu ibas a matar?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Entonces a qué ibas?
Hijo: No sé
Enfermera: ¿Sabes que no entretienes?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Sabes que aburres de una manera tortuosa?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Querías hacer un viaje?
Hijo: No
Enfermera: Pero lo estas haciendo.
Hijo: Sí.
Enfermera: No te llevas nada, porque te equivocaste.
Hijo: Fallaron mis eses, mi postura, el tono de voz que ocupe no era convincente.
Enfermera: Y ahora te vas lento, lleno de cortes.
Enfermera: ¿Y en qué fallaste?
Hijo: En mi acento.
Enfermera:  ¿Estás cansado?
Hijo: Sí, me estoy muriendo
Enfermera: ¿Qué haces?
Hijo: Decir
Enfermera: ¿Qué?
Hijo: Palabras cortas antes de la muerte
Enfermera: ¿Que será un punto?
Hijo: Exacto
Enfermera: ¿Qué imaginas?
Hijo: Que dejo un cuerpo que no sirvió de nada
Enfermera: ¿Y cómo lo dejas?
Hijo: Con cortes.
Enfermera: ¿A quién esperas ver?
Hijo: A quien corresponda.
Enfermera: ¿Quién te correspondería?
Hijo: No sé.
Enfermera: ¿Has hecho algo para poder estar tranquilo?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Te sometes a escándalos periódicamente?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Vas de un lado a otro?
Hijo: Ahora voy.
Enfermera: ¿Crees que podemos hablar de un lado?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Eso lo piensas ahora?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Podría ser también un vértice?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Crees que vas derecho a un punto?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Y se cierra?
Hijo: Se cierra cuando termina o cuando se acaba también se cierra
Enfermera: ¿Pero el resto se descompone?
Hijo: No habrá conciencia de lo visible
Enfermera: ¿De lo visible te arrepientes?
Hijo: Es el ardor en los cortes
Enfermera: ¿Cómo vinieron los cortes?
Hijo: Primero con un rápido movimientos y luego de a poco por todo el cuerpo
Enfermera: ¿Qué le querías decir a los cuerpos?
Hijo: Que levantaran sus manos.
Enfermera: Los dejarías carente de acción y sometidos a tus ordenes ensayadas.
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Estaban en silencio?
Hijo: Aguardaban, iban a recoger, a cobrar para después lanzarse al gasto.
Enfermera: ¿Qué querías recuperar en tu asalto?
Hijo: Nada
Enfermera: ¿Entonces?
Hijo: Quería dejar las acciones cotidianas.
Enfermera: ¿Te tenían aburrido?
Hijo: Me hacían desconocer el cuerpo. En los días que estuve vivo traté, hice lo posible de conciliar el poder de las cosas sobre mí, hice visible el otro lado de las acciones, hasta que todas ellas se volvían ridículas, primero evite las acciones que hacían mi apariencia presentable y luego, poco a poco, empecé a restarle valor a los actos más comprometidos. Ahora sólo el dominio de lo  visible desaparece, ya que estuve años superando el nombre de las cosas.
Enfermera: ¿Cómo te fuiste perdiendo?
Hijo: De a poco y con cuidado.
Enfermera: ¿Cómo?
Hijo: Lo primero que hice fue perder la fe en lo que veía.
Enfermera: ¿Entonces?
Hijo: Me liberé del dominio de las cosas.
Enfermera: ¿Y si veías un vaso?
Hijo: No lo veía.
Enfermera: ¿Y si veías un desierto?
Hijo: No lo veía.
Enfermera: ¿Y entonces?
Hijo: Me preocupé de quitarle el nombre a las cosas.
Enfermera: ¿Cuánto tiempo te gastaste en eso?
Hijo: Durante todo el tiempo que las describía.
Enfermera: ¿Describías todo lo que veías?
Hijo:
Enfermera: ¿De qué manera?
Hijo: Lentamente
Enfermera: Por ejemplo ¿si habían dos personas sentadas, qué describirías?
Hijo: Primero el suelo en donde esta apoyada la silla, luego sin asumir que los pies son parte de otro objeto, el cuerpo y la silla estaban en el mismo estado y liberados del nombre -de la cosa- podía seguir subiendo y luego el fondo lo hacía cercano y también pegajoso a lo que veía, entonces era un telón pintado. A cada segundo le correspondía un telón, mi juego era descifrar la  cantidad de telones que habían, porque con lo único que no pude batallar es con el tiempo, si pude liberar del nombre de las cosas al objeto que lo reduce.
Enfermera: ¿Crees que te encierras en el mundo que describes?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Alucinas en el mundo que profanas?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Te aterra de la idea de desaparecer de lo visible?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Tuviste vida privada?
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿De qué?
Hijo: De las sensaciones públicas.
Enfermera: ¿Conociste el ardor de los desfiles?
Hijo: Vi a la gente alineada y a la cola
Enfermera: ¿Y... la cola?
Hijo: Absolutamente excéntrica.
Enfermera: ¿Despampanante?
Hijo: Sí, gloriosa la maricona.
Enfermera: ¿Puedes ver el telón que te espera?
Hijo: No.
Enfermera: ¿Dejas lo visible por qué?
Hijo: Por lo desconocido.
Enfermera: ¿Cómo sabrás comportarte?
Hijo: Apenas llegue me haré una idea.
Enfermera: ¿Y si no hay lugar?
Hijo: Seguirán habiendo telones.
Enfermera: ¿Crees que serás aplaudido?
Hijo: No.
Enfermera: ¿De qué tienes miedo?
Hijo: De ver a la majestuosa cola puntuada.
Enfermera: ¿A quién harás cargo de tus actos?
Hijo: A nadie.
Enfermera: ¿A quién someterás en tu exilio?
Hijo: A mi tierra.
Enfermera: ¿Podrías apuntar tu tierra?
Hijo: Podría.
Enfermera: ¿Podrías reconocerla una vez desaparecido?
Hijo: Podría.
Enfermera: ¿Serás fantasma de tu tierra?
Hijo: Sí, como ciudadano liberado.
Enfermera: ¿De qué?
Hijo: De los actos públicos
Enfermera: ¿Es majestuoso el reino que deshabitas?
Hijo: Nunca ha sido reino.
Enfermera: ¿Quién convirtió todo en mentira?
Hijo: Los destellos de la cima.
Enfermera: ¿Estás herido?
Hijo: Estoy abierto
Enfermera: ¿Y qué dejas?
Hijo: A una cosa.
Enfermera: Que es tu cuerpo.
Hijo: Sí.
Enfermera: ¿Cómo lo dejas?
Hijo: Con cortes.
Enfermera: Enfermo.
Hijo: Quizás.
Enfermera: ¿Hay telones dentro?
Hijo: Está lleno.
Enfermera: ¿Quién ve los telones?
Hijo: La enfermedad, yo seguí el curso de la enfermedad, el orden lógico de su reino. Aluciné con la idea de perdida de fe de la enfermedad. Así fueron mis ensayos. Renuncia tras renuncia alucinado con la idea de quitarle a lo que se dice lo que se ve.
Enfermera: ¿Qué te faltó?
Hijo: Un Dios cariñoso y menos caliente.
Enfermera: ¿Cómo qué?
Hijo: Como un lengüetazo loco, como un atraque detrás de un poste. Te repito que me faltaron sus ronroneos
Enfermera: ¿Te hubiese gustado verlo, pero si pegas todo lo que ves?
Hijo: No, porque eso lo hice, furioso, al saber que no llegaba, que no aparecía, que no se presentaba, luego después de un tiempo como un amante asumí que debía dejar de pensarlo y me vi de lejos.
Enfermera:¿Y cómo te viste?
Hijo: En un telón en donde yo miraba a una pared que sujetaba un cartón
Enfermera: ¿Y qué pasó?
Hijo: Lo encontré ridículo.
Enfermera: ¿Y qué hiciste?
Hijo: Comí el cuadro que estampaba su apariencia.
Enfermera: ¿Cómo?
Hijo: Sí fui de a poco, de a pedacito, fui comiéndome a la imagen del Dios ausente.
Enfermera: ¿Y te demoraste mucho?
Hijo: Una hora estuve haciendo las bolitas de cartón y me las comí, sin tomar agua, para castigarme, para sentir de que sí fui capaz de estar años alucinando con las posibilidades de mala factura del yeso, podía estar una hora por lo menos comiendo un cartón. Me comí el cartón y luego solo tome agua y agua, para que terminara como diarrea el reino de los cielos. El cartón desposeído del Dios de las cosas fue también mi alimento y de ahí mi hambre por los telones. Todo esto excluye a la enfermedad y su origen, al tiempo y su aguja. Al dedal en que cabe todo lo que apunto. El público o una parte de él se refleja en un espejo.
Enfermera: ¿Y de qué telón te despides?
Hijo: De uno rugoso, de uno detallado en cuerpos de ojos pegados, de animales muertos en los ojos de los que miran una cosa como obra, dentro de una idea descrita. Una sutura. Veo que todos sueñan con el Dios que me comí y cagé. Porque el telón es lo único que hace evidente que no están los otros, lo que se ve aparece solamente porque no está lo demás, lo otro, lo que en realidad debiera haber estado, lo que con urgencia a mí me hacía falta. También en el telón percibo que la masa no ve el pan en este encuentro.

El hijo está moribundo. La enfermera se dirige a público.

Enfermera: Comer cosas livianas, arroz solito o fideos cabellitos de ángel, lechuga, no tomate, tomate no, no huevos ni frituras, no grasas, carne, pero poquita y molida, nada de leche y mucho liquido, mucha agua. Nada de alcohol, nada de café, no puede tomar té, ni refrescos aunque tenga sed. Nada de dulces ni cosa con huevos, nada de salsas, líquido, mucho líquido, agua, tómesela toda. Nada de cebollas ni cosas picantes. Olvídese del vinagre y de los aliños, nada de frituras. Mucha lechuga y pocas frases. Olvídese del hambre, haga como si no tuviera.


Author Information: Moreno Jashés, Alejandro
Key Words:Dramas Chilenos. Dramas Chilenos. Siglo XX. Libretos. Obras en un acto

 

 

Cita:
EMoreno Jashés, Alejandro, 1975-. Sala de Urgencias. Dramaturgia chilena contemporánea.



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