María Magdalena Robles Poveda
 

Doctoranda de la Universidad de Salamanca (España)

Jorge Díaz es uno de los representantes más importantes del llamado teatro chileno moderno y un artesano de la creación teatral, ya que su pasión por la dramaturgia nació desde dentro, de su colaboración con los otros miembros del grupo teatral Ictus y de recorrer media España con el teatro itinerante. Jaime Celedón, compañero de Díaz en Ictus, lo define como un hombre rebelde e inconformista que cambia sus lápices y su profesión de arquitecto por el teatro:

"hombre sensible a los problemas de la generación joven, poseedor de una imaginación poderosa y de su notable dominio de la técnica teatral, escribe lo que siente en un estilo personal, cáustico, poético, rodeando sus personajes de imágenes llenas de un profundo contenido humano".

En un artículo titulado “Lucha cuerpo a cuerpo conmigo mismo: Intento de autodifamación razonada”, Díaz realiza una ficha de sí mismo y describe a la generación de dramaturgos que le tocó vivir. Aunque muchos investigadores afirman que pertenece a la Generación del 50, Jorge Díaz siempre prefirió ser incluido en la de los años 60, puesto que su primera gran obra, El cepillo de dientes, fue estrenada en el año 1961. Así mismo es un autor de difícil clasificación, ya que aparte de escribir teatro, durante sus últimos años también se dedicó a la narrativa. Los estudiosos del teatro hispanoamericano suelen fijarse en las obras con las que se dio a conocer en Chile, los españoles todavía no se han acostumbrado a incluirlo dentro de sus promociones. Para John W. Kronik, Díaz es un dramaturgo hispánico en el sentido más amplio de la palabra, un dramaturgo de los dos continentes; pero Díaz siempre se sintió como “un extranjero en todas partes, un marginado apoltronado cómodamente en su marginación”.

Al principio se relacionaba el nombre de Ictus con el teatro de vanguardia, lo que hizo que se incluyera a Díaz dentro del llamado “teatro del absurdo”. Él mismo confesó no saber situarlo dentro de unas coordenadas preestablecidas, pero prefirió la denominación de “teatro grotesco” frente a la de “teatro del absurdo” ya que, si bien su visión del caos va estrechamente unida al absurdo, en el fondo de ese caos parece haber cierta normalidad que conduce al hombre a tener fe en una reordenación del mundo donde aún queda sitio para la esperanza. Su visión del teatro contiene una reflexión poética del hombre que se aproxima a la realidad grotesca del lenguaje, de las instituciones sociales, de las relaciones humanas, a través de una gran originalidad y desde la perspectiva de un hombre que nunca se llegó a considerar un dramaturgo propiamente dicho, sino un creador intuitivo que se dejaba llevar por las sensaciones y la irracionalidad. A quien le gustaría que le recordaran como una persona que amó el momento de la representación teatral como un momento mágico de diversión y placer, y a quien le gustaba imaginar el primer momento de la obra que luego otros se encargarían de representar.

 

De Rosario a Santiago. Sus comienzos con Ictus.

Jorge Díaz Gutiérrez nace en Rosario de Santa Fe (Argentina) el 20 de febrero de 1930, de padres españoles. En 1934 su familia se traslada a vivir a Chile por motivos económicos, allí realiza sus estudios primarios, secundarios y universitarios, y adquiere la nacionalidad chilena. Durante su etapa universitaria vive apartado del teatro y lee pocas obras, pero se adentra en el mundo de la cultura en general. Si el teatro le atrajo, fue porque es el resultado de una labor entre un grupo de personas con una gran capacidad creadora. Además, siempre le interesó el contacto con el público, al que tenía la oportunidad de conocer un poco más, de sentir, en cada representación. Sin embargo, este contacto iría disminuyendo con los años cuando Díaz deje de involucrarse en la representación teatral y se dedique única y exclusivamente a escribir en solitario.

En 1956 comienza su carrera con el grupo Ictus y forma parte del elenco que monta La cantante calva (1950), de Ionesco (1912-1994), un modelo a seguir por Díaz. Primero participa como escenógrafo y actor, y más tarde como dramaturgo. Juntos buscan una nueva identidad con el estreno de obras consideradas arriesgadas por las salas comerciales y por otros grupos universitarios: Sabor a miel (1958), de Shelagh Delaney (1939); La visita de la vieja dama (1956), de Dürrenmatt (1921-1990); o Historia del Zoológico (1958), de Edward Albee (1928) son algunas de estas piezas.

Sus dos primeras obras, aunque Díaz siempre prefirió que quedaran en el olvido, fueron La paloma y el espino (1957) y Manuel Rodríguez (1958). La primera nace de un auto sacramental escrito con trazos poéticos para ser representado en el atrio de algunas iglesias; y Manuel Rodríguez es un libreto épico que cuenta la historia de un guerrillero chileno y que contaba con un elenco de unos cuarenta actores, lo que provocó que la temporada durara apenas cinco días y se escribieran una serie de críticas, algunas de ellas lapidarias, donde se deseaba que el joven dramaturgo dejara de dedicarse a escribir teatro. Díaz se enfrentaba así a su primer fracaso, sin embargo, y quizá por azar o presión (era el único que tenía en Ictus una máquina de escribir), nunca abandonó su fascinación por la escritura. El éxito le llega a Díaz con el estreno, en mayo de 1961, de Un hombre llamado Isla (1961), una pieza que expresa la angustia y la soledad del ser humano perdido en un mundo hostil, y El cepillo de dientes (1960), un acercamiento a la angustia de la existencia humana, una crítica social a través de la ironía y el humor ácido, que se convertiría en su éxito más internacional. Se trata de una obra que nace por azar cuando Ictus se ve en la necesidad de estrenar una obra chilena en menos de dos meses. Fue un texto con urgencia para salir de una situación crítica. En un principio se pensaba estrenar junto con una pieza de la dramaturga chilena Isidora Aguirre (1919), pero resultó corta y al final se decidió hacer un programa doble con las dos obras de Díaz. Si algún significado tiene para Díaz El cepillo de dientes, éste es su sentido lúdico, porque a partir de esta pieza se marca su interés vital hacia el teatro; un teatro concebido como un juego con el lenguaje, distorsionado, lleno de asociaciones libres donde se pueden apreciar importantes influencias de la poesía surrealista. Una gran obra que nace, como afirma el autor, de un hecho muy simple: “el grado de incomunicación con que una pareja mantiene su relación”.

Durante su etapa en Ictus, también se atreve con la dirección del grupo y estrena Réquiem por un girasol (1961), El velero en la botella (1962), El lugar donde mueren los mamíferos(1963) y Variaciones para muertos de percusión (1964), donde se ofrece una visión grotesca de la actividad publicitaria en un mundo deshumanizado en el que los hombres se convierten en marionetas, con un lenguaje absurdo lleno de slogans, títulos cinematográficos y frases muertas que impiden la comunicación. Réquiem por un girasol y El lugar donde mueren los mamíferos son piezas en las que se trata el tema de las diferencias sociales y se nos ofrecen dos perspectivas muy distintas ante la vida. Siguiendo esta línea, El velero en la botella también incorpora personajes contrapuestos que nos enseñan a mantener la esperanza y la fe en la posibilidad de logra un mundo más humano y justo.

En enero de 1965 viaja a España (donde permanecerá unos treinta años), dos meses antes de estrenarse El nudo ciego (1964), una obra que muestra la contradicción entre el orden y la realidad, entre la paz y la angustia del hombre. Díaz se aprovecha del poder de las palabras, que adquieren numerosos significados en función del contexto y el personaje que las pronuncie, para remitirnos a una realidad más rica y ambigua, llena de contradicciones, como la inautenticidad entre el hombre y su vida cotidiana.

 

Un billete de ida a España.

En 1965 Díaz se da cuenta que se ha convertido en un “vocero autorizado”. El aplauso benévolo y la palmada en la espalda impiden su propósito de denuncia. Su etapa con Ictus termina “con un corte drástico en el tiempo”. Se aleja de la democracia burguesa chilena y llega a un país con censura dominado por el régimen dictatorial de Franco, donde se dedica a escribir solo, mostrando una especie de indiferencia política brutal (que después terminará en compromiso) y sin haber adquirido todavía las influencias de su entorno. Empieza a escribir un teatro más polémico y beligerante pero dice que cae en su segunda trampa: el teatro sigue dirigido por una minoría oligárquica, y él quiere realizar un teatro que alcance a una comunidad cultural más amplia, como puede ser cualquier pueblo de lengua española. Si las voces críticas y disidentes que surgen dentro del teatro no llegan a ser armas eficaces para lograr un cambio en las estructuras, Díaz cree necesario sostener y levantar esas voces por dos razones fundamentales: primero porque el teatro debe expresar la situación histórica, y segundo, porque debe crear conciencia, formar nuevas mentalidades para alcanzar el cambio necesario. Por este motivo, abandona las fórmulas del surrealismo y del absurdo, y empieza a escribir un teatro que analiza críticamente algunos aspectos de la sociedad latinoamericana. Sus obras se generalizan un poco, se centra en aquellos problemas chilenos que son comunes a los de toda Hispanoamérica, como el militarismo, la represión o la explotación económica de la burguesía criolla y del capital norteamericano. Nace en Díaz un teatro de información y denuncia que no llega a convertirse en “agitación social”, sino que se trata de “obras de sarcasmo o reflexión crítica según domine en ellas la risa, la cólera o la desesperanza”.

Durante su primer año en Madrid escribe, sin abandonar las “temáticas, resentimientos, irritaciones y cóleras latinoamericanas”, Topografía de un desnudo (“Esquema para una indagación inútil”, 1965), que a diferencia de sus obras anteriores, como Un hombre llamado Isla cuya temática se centraba en pequeños conflictos individuales, plantea un problema de carácter comunitario: la matanza de los mendigos del estado brasileño de Guanabara,por el gobernador Lacerda en 1963; un hecho real que sirve de pretexto para criticar la brutal represión que existe en algunos países y hacer un juicio general de la sociedad burguesa latinoamericana. La obra reconstruye la investigación del asesinato de un vagabundo, que en realidad es un dirigente político, y mediante una serie de escenas donde se mezclan vivos y muertos, se nos aclara el verdadero motivo del exterminio: la construcción de un barrio residencial. Aunque Díaz ya lleva unos meses en España cuando escribe la pieza, ésta es una obra cien por cien latinoamericana, traída desde América Latina sin acusar ninguna influencia ni de Madrid, ni de España en su ejecución. Sin embargo, Introducción al elefante y otras zoologías (1968) y Americaliente (1971) son obras escritas desde España con la mirada puesta hacia Latinoamérica, nacidas de un compromiso político que surge del contacto con gente de ideología anti-franquista.

Unos meses después, en octubre de 1965, termina de escribir La víspera del degüello o El génesis fue mañana, una visión apocalíptica del fin de la existencia humana con un final donde la angustia de la desesperación hace desaparecer la esperanza de un posible cambio; y comienza a escribir la nueva versión en dos actos de El cepillo de dientes (“Náufragos en el parque de atracciones”), obra que ya había estrenado en Chile y que ahora retoma para convertirse, en 1966, en su primer estreno en España.

 

De cómico de la legua por España.

Tras vivir tres años fuera de Chile, Díaz regresa en 1968 para estrenar Introducción al elefante y otras zoologías junto al grupo Ictus en el Teatro La Comedia. Después decide volver a España para participar activamente dentro del panorama del teatro español, que en aquellos momentos era un “páramo desértico” (salvo alguna excepción) y se encontraba dominado por la censura. Muchos de sus compañeros en Ictus nunca llegaron a comprender cómo Díaz abandona su actividad en Chile para intentar introducirse en un teatro donde los atrevidos montajes del Ictus no tenían cabida con la censura franquista.

En 1969 forma junto a la actriz chilena Magdalena Aguirre el grupo Teatro del Nuevo Mundo, organizando unas lecturas dramatizadas a modo de conferencias que terminaban con la representación de una obra teatral. El Teatro del Nuevo Mundo era un grupo formado por españoles y latinoamericanos que trabajaban unidos para dar como resultado una mezcla de acentos, músicas, textos que el público recibía con benévola y desconcertada atención. Decía Díaz que nunca se les ocurrió la idea de “españolizar a los actores latinoamericanos ni homogeneizar a los españoles”. Quizá en esa mezcla radica la originalidad del grupo, una combinación de culturas, de perspectivas de la vida, que enriquece la labor teatral, basada en un teatro itinerante y “pobre”, en el que sólo utilizaban la palabra y los cuerpos, sin decorados, y que era representado en espacios improvisados como colegios, ayuntamientos o casas de cultura; una experiencia que resultó muy interesante para Díaz porque gracias a ella vivió el contacto directo con el público durante y después de cada función, conoció cada región de España y empezó a comprender el fenómeno teatral en su conjunto a través de los ensayos, las tertulias y el vivir día a día con los otros miembros del equipo.

El Teatro del Nuevo Mundo comienza su actividad teatral el 17 de abril de 1970 en Madrid, con el montaje Acerca de la libertad, los elefantes y otras zoologías (documento-collage), una lectura dramatizada en la que se representaban fragmentos de las obras Fulgor y muerte de Joaquín Murieta (1966), de Pablo Neruda (1904-1973); Libertad, libertad (1966), de Flavio Rangel (1934-1988) y Millor Fernández (1924); e Introducción al elefante y otras zoologías, del mismo Jorge Díaz. En 1971 viajan allende el Atlántico y estrenan en el Festival de Teatro Latinoamericano de Puerto Rico Americaliente, obra que más tarde llevarán en su gira por Estados Unidos. La pieza, que está estructurada en una serie de cuadros, es una denuncia de la miseria y la represión que se sufre en toda Hispanoamérica. Díaz se acercaba así a un teatro más contingente en el que buscaba provocar en el público la polémica para que los espectadores salieran del teatro discutiendo sus distintos puntos de vista. Sin embargo, después de escribir Introducción al elefante y otras zoologías, afirma que le vino la tentación de la mudez total, provocada por la saturación y la impresión de estar repitiendo siempre tópicos ajenos.

Ante la amenaza del silencio definitivo, Jorge Díaz escribe en noviembre de 1969 La orgástula y Liturgia para cornudos, donde el autor desborda de nuevo la imaginación y el sentido del humor. Enla obra, las frases hechas, los refranes, los slogans son la base de un lenguaje deshumanizado donde se renuncia totalmente a la posibilidad de comunicación que trae como consecuencia la soledad del hombre. Díaz juega con las formas sin contenido del lenguaje y, al buscar la retórica vacía del lenguaje, consigue “la anti-retórica porque por debajo del diálogo corre una significación no aparente, subterránea y transcendente”.

Unos meses después, en septiembre de 1970 termina de escribir La pancarta o Está estrictamente prohibido todo lo que no es obligatorio, obra que sería estrenada por el grupo Teatro del Nuevo Mundo en enero de 1971 en Madrid. La pieza nace de algunas viñetas humorísticas del desaparecido Chumy Chúmez (1927-2003) y está organizada en cuatro actos breves que se pueden intercambiar según el libre albedrío del director o del público, convirtiéndose éste en un personaje más. En ella Díaz hace una fuerte crítica de la lucha entre las clases sociales, que se vuelve más agresiva cuando se nos muestra a Augusto y La Dama, representantes de la burguesía, montados sobre otros dos personajes, Plácido y Epifanio, que encarnan al pueblo. Además, Díaz nos ofrece, con un final abierto, la oportunidad de reflexionar sobre un desenlace alternativo que posibilite un cambio en la situación de la clase dominante con la clase dominada.

Tres años más tarde, en mayo de 1973, el Teatro del Nuevo Mundo estrena Antropofagia de salón, una nueva versión de la obra Humor para gente en serio (1968), basada en unas viñetas de Jules Feiffer (1929) recopiladas por Alejandro Sieveking (1934) y Luis Poirot (1940); y en noviembre de 1974 estrena Los alacranes y Las hormigas, basadas en los relatos del escritor sueco Francisco Javier Uriz (1932), “dos apuntes dramáticos sobre la insolidaridad y la violencia”, dos símbolos, uno “pueril e inconsciente” y otro que “interesa y hace pensar”, que le permiten al autor hacer crítica sociopolítica con un peculiar sentido irónico.

Durante quince años vivió del teatro itinerante y creó, aparte del Teatro del Nuevo Mundo, el grupo teatral Los Trabalenguas, que únicamente se dedicaba al montaje de obras destinadas a un público infantil y que llegó a estrenar once obras en unos diez años, como El pirata de hojalata (1972), Rascatripa (1973), Cuentos para armar entre todos (1975) o Carasucia (1977); y cuyo principal objetivo era difundir el teatro para niños por pueblos y ciudades españolas. Además, también creó el grupo Teatro Tres, con el que estrenó Ligeros de equipaje (1982) y Teatro de Hoy quienes llevaron a escena Dicen que la distancia es el olvido (1986) y Matilde (“La Chascona”) (1987).

Además, en esos años, compagina su labor dentro del grupo teatral con la creación en solitario y escribe una serie de piezas que vuelven a indagar fundamentalmente en las relaciones entre hombres y mujeres: Mata a tu prójimo como a ti mismo (1974), donde distorsiona el mandato bíblico y crea un juego de violencia entre dos hermanas y un joven sadomasoquista; El locutorio (1976), una pieza que cuenta la historia de dos viejos recluidos en un sanatorio y que tienen la necesidad, a través del lenguaje, de inventar una vida para romper con la situación de soledad que ambos padecen; Ecuación (1979) y Un ombligo para dos (1981), obras que vuelve a indagar en las relaciones humanas que aspiran a justificar el sentido de la existencia pero que acaban inevitablemente en fracaso.

 

Dicen que la distancia es el exilio.

El 11 de septiembre de 1973 se produce en Chile el golpe militar de Augusto Pinochet. Ante la nueva situación dictatorial muchos intelectuales se exiliaron y en un primer momento sintieron la necesidad de dar testimonio de las circunstancias por las que atravesaba su país: injusticia, violencia, muerte; y en algunos casos se dejaron llevar por la compulsión de transmitir solamente información. Desde Madrid, Díaz mantenía el contacto y la preocupación por todo lo que estaba pasando; por lo que se vio en la obligación de denunciar la tortura y las consecuencias del exilio en general, ya que muchas de sus obras no remiten sólo a las realidades vividas en Chile, sino también a las sufridas en toda Iberoamérica. Nos referimos a piezas como Topografía de un desnudo, Introducción al elefante y otras zoologías, Americaliente, Mear contra el viento (1974), en la que presenta una visión amarga de la intervención norteamericana en Chile por medio de las ITT, La puñeta (1977) o Toda esta larga noche (“Canto subterráneo para blindar una paloma”) (1976), un “canto de libertad” de cuatro mujeres que se encuentran prisioneras en una celda, pero que todavía no han perdido la esperanza.

En un segundo momento, estos exiliados sienten la nueva necesidad de dar testimonio de su propio aislamiento, de las dificultades y penalidades de su destierro, de los problemas de convivencia en un país extranjero; en definitiva de las consecuencias del exilio. Es, entonces, cuando las obras comienzan a cargarse de inquietudes personales que poco a poco se vuelven universales y se liberan de la función didáctica e informativa. En ese momento Díaz escribe Ligeros de equipaje, Dicen que la distancia es el olvido, Muero, luego existo (1985) y La otra orilla (1986), una obra donde la ingenuidad de los personajes les lleva hasta la esperanza utópica, hacia ese deseo de encontrar la felicidad en otro país, en otra tierra, pero que termina en una tremenda decepción. Los protagonistas, víctimas de tres países (España, Chile y Argentina), no tienen otra salida que aprender a adaptarse a las nuevas circunstancias; todos encuentran, aunque cada uno a su propia manera, un camino para enfrentarse con las desilusiones de la vida.

Los acontecimientos políticos que se suceden en España también están muy presentes en la obra de Jorge Díaz. En noviembre de 1984 termina de escribir Las cicatrices de la memoria, titulada en 1987 Ayer, sin ir más lejos, una pieza donde vuelve a tratar las relaciones de pareja pero en un doble contexto histórico: los años del franquismo y los primeros años de la estrenada democracia española. Aunque es una obra de desencanto, sin embargo, aún queda la esperanza de encontrar un futuro mejor; futuro que viene representado en la figura del hijo del matrimonio protagonista, que está al otro lado de la puerta escuchando discutir a sus padres, e indeciso, no sabe si entrar en casa o bajar corriendo las escaleras para olvidarse de una familia destrozada por la monotonía de la vida.

En definitiva, Díaz nunca llegó a ser un exiliado, aunque sí se sintió como tal, un extranjero de ninguna parte que vivió alejado de sus raíces y que siempre mantuvo el contacto con su gente y con lo que estaba sucediendo en su país; circunstancias que le hicieron desarrollar una sensibilidad especial para tratar en sus obras temas como la pérdida de la identidad, la supervivencia en un país extraño, la soledad, etc. y que, de alguna manera, impedían que desde la distancia Díaz se olvidara de los suyos.

 

De la itinerancia a la soledad de la escritura. De regreso a Chile.

Durante sus últimos veinte años, Jorge Díaz vivió de la escritura en soledad. Abandonó la itinerancia para centrarse en un trabajo más individual y siempre inacabado, donde deja para el grupo de teatro el toque final. En 1994 le conceden el Premio Nacional de las Artes de la Comunicación y Audiovisuales, por lo que decide regresar definitivamente a Chile y retribuir el honor recibido. Además, durante sus últimos años comenzó a escribir otros tipos de textos que él denominaba “narración oral”.

En la década de los ochenta el Oxford Playhouse Theatre le pide una obra sobre Pablo Neruda, lo que significó todo un reto para él. La pieza se titula Desde la sangre y el silencio (“Fulgor y muerte de Pablo Neruda”) (1980) y en ella Díaz se aprovecha de la obra escrita por el poeta chileno sobre el bandido Joaquín Murieta para narrar los últimos meses de su vida. A la vez que se celebra la gloria de un gran escritor, se transmite la angustia y el dolor que le produce tanto el cáncer de Neruda como la caída de Salvador Allende.

Sin embargo, esa pieza no es su único acercamiento a la figura de Pablo Neruda. En 1991 escribe, junto con los miembros de Ictus, Pablo Neruda viene volando, donde se narran los hechos más importantes de la vida del poeta chileno y en la que se intenta indagar en Pablo Neruda “militante solidario”, en el Pablo “hedonista y lúdico”, en el Pablo “reflexivo, metafísico y sarcástico” y en el Pablo “enamorado”.

Además de Desde la sangre y el silencio(“Fulgor y muerte de Pablo Neruda”) y Pablo Neruda viene volando, Jorge Díaz ha escrito otros textos sobre Neruda, como Matilde (“La Chascona”), estrenada por el grupo Teatro de Hoy en 1987; Reencuentro, llevada a escena en 2003 en Barcelona; y la obra infantil La vuelta al volatín en ochenta pájaros (1985), una pieza de carácter poético que se ve reforzado por las canciones, la presencia de personajes simbólicos y la aparición de fragmentos de poemas de Pablo Neruda, procedentes de Canto General (1950), Odas elementales (1954) y Arte de pájaros (1966).

En 1988 escribe Oscuro vuelo compartido con un tema casi ausente en la dramaturgia chilena: la drogadicción y las consecuencias de su dependencia, otra clase de sumisión y de dictadura. La obra parte de las extrañas relaciones entre sus tres protagonistas: Ana, Martín, un músico fracasado, y Rafael, un policía que llega en busca de Ana. La pieza termina con cierto optimismo y esperanza ante la posible superación de la dependencia.

En los años noventa, con motivo de las celebraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, Díaz escribe El guante de hierro (1991) una especie de confesión dolorosa de quien fuera la amante de Pedro de Valdivia, Inés de Suárez; y El jaguar azul (1992), en el que se presenta la conquista del Nuevo Mundo a través de la historia de Diego Argote, el primer comediante embarcado en la aventura colonial de Las Indias. La obra está cargada de comicidad y en ella se mezclan imágenes imprecisas de la geografía, la religión, la Inquisición y el tiempo.

Algunas de sus últimas y exitosas obras son Ópera inmóvil (1994), donde cuestiona el medio intelectual hispano y vuelve a tratar la deshumanización del hombre dentro de un sistema corrupto y opresivo; Historia de nadie (1995), una obra breve en la que se cuenta la historia de “Nadie”, un hombre que solucionará los problemas de un grupo de mendigos; o La luminosa herida del tiempo (1998) en la que a través del sarcasmo y el humor, trata los problemas de una mujer de la tercera edad que vive en un asilo. En El desvarío (1999), por el que recibe el premio Altazor a la mejor obra teatral del año 2001, nos presenta a un hombre y a una mujer que viven una relación desgastada por el tiempo, en la que la separación se vislumbra como única solución. Sin embargo se propone que mediante el juego teatral, se intente prolongar la relación matrimonial con un amor disfrazado. Los odios, los miedos, los celos forman una danza peligrosa, violenta y estúpida sobre el escenario. Díaz vuelve a retomar las relaciones de pareja con un diálogo ágil y vivaz en Devuélveme el Rosario de mi Madre y Quédate con Todo lo de Marx (1999), donde también podemos encontrar el humor característico de la producción del dramaturgo chileno, quien ofrece en Fanfarria para marionetas (2001) un retrato de lo inauténtico de la sociedad actual, la imagen de Chile como un país “travesti”, donde todo el mundo es lo contrario de lo que dice ser.

Un “travesti” y un “yuppie” son los protagonistas de Nadie es profeta en su espejo (1990), donde Díaz narra el reencuentro entre dos rebeldes de los años sesenta que han traicionado sus ideales de entonces. A través del diálogo irónico comprendemos la verdadera identidad de los protagonistas y cómo se muestran insatisfechos con su situación actual.

La historia de un padre agónico que se niega a morir, acosado por un hijo que justamente desea lo contrario, la encontramos en Padre Nuestro que Estás en la Cama (1999), una obra donde la situación base genera acciones vinculadas con la temática central de la muerte y con múltiples enredos en los cuales se ven enfrentados los personajes. A esto hay que añadir otras constantes de la dramaturgia de Jorge Díaz, como los motivos literarios del sexo y de los sueños, todo ello a través del humor negro y de la creación de frases ingeniosas.

En el año 2001 se estrenan tres obras: Viaje a la Penumbra, Fotofobia y Misterio Gozoso, una farsa grotesca en un ambiente provinciano en la que dos viejas delirantes y vitales fantasean con su cuñado, viudo de una tercera hermana. En la obra confluyen motivos literarios como la soledad, la frustración, los recuerdos, las confesiones y la necesidad de hablar con la verdad, temas que ya se encontraban en sus primeras creaciones y que a lo largo de los años lo han ido consolidando dentro de la dramaturgia española e hispanoamericana.

Algunas de sus últimas piezas son Canción de cuna para un anarquista (2003), Fugitivos de la ausencia (2003), Concierto para locas y cuerdas (2004), Las cloacas del Paraíso (2004), donde retoma la historia bíblica de Caín y Abel y la sitúa en el Manhattan del 11 de septiembre de 2001, El Quijote no existe (2005), escrita para conmemorar el IV Centenario de la publicación de El Quijote (1605), o Puro cuento es tu cielo azulado (2007), última obra estrenada en vida en el Teatro La Comedia por sus compañeros de Ictus.

Jorge Díaz nunca dejó de escribir hasta el final. Moría el 13 de marzo de 2007 en Santiago de Chile como consecuencia de una larga enfermedad. Terminaba, así, una vida dedicada al teatro, a su pasión por el lenguaje.

 

La narración oral y otras formas de expresión.

Su fascinación por el lenguaje le llevó a indagar en otros géneros, como pueden ser los relatos breves, los jocosos aforismos u otros medios de expresión, como la radio y la televisión. Díaz descubrió que el lenguaje había perdido el poder de ordenar y representar la realidad, y que sólo a través de la risa y la cólera se puede uno enfrentar al caos de la vida, mantenerse en pie ante la catástrofe. Por ello escribía de forma permanente, la palabra le podía saltar a cualquier hora del día. Aunque le gustaba escribir en los cafés, costumbre que adquirió en Madrid, en cualquier lugar se aislaba del ruido, jugaba con el lenguaje y se dejaba llevar por el impulso de la intuición. El lenguaje se convirtió para él en una fascinación extraordinaria, cargada de compromiso y de sensibilidad para captar el entorno, que le producía motivación, lucidez, excitación y le curaba del síndrome de abstinencia.

Sin embargo, también se transformó en un peligro atroz, ya que se pueden escribir cosas maravillosas e interesantes para leer que en el escenario “caen como auténticos ladrillos”. Las palabras nos pueden acercar o alejar del teatro más profundo, el misterio del éxito teatral radica en intentar buscar el equilibrio en cada obra. Por esa razón empezó a escribir cuentos breves, piezas breves, miniactos que no se pueden representar porque durarían segundos; más que cuentos él los consideraba obras de teatro con un personaje y una situación, que se prestan más para la narración poética. Breviario impío (1994), Escrito en la vía pública (1995), Testículos ejemplares (1997), La isla que navega a la deriva (1999), Devocionario para lunáticos (2000), Gato por libro (2002), Ciertas criaturas terrestres (2003) y Café con textículos: confesiones sobre una servilleta de papel (2005) son los libros que Jorge Díaz publicó de narrativa breve.

Respecto a la televisión realizó algún proyecto interesante como El último verano (1988) para Televisión Española y La Cosiaca (1972), serie para la Televisión Chilena, protagonizada por Carla Cristi y con música de Vittorio Cintolesi. En cambio, la radio es un medio de comunicación que le permitió sobrevivir y que siempre le interesó debido a la importante e intensa programación que la radio española tenía durante las décadas de los años setenta y ochenta. Colaboró con Radio Nacional de España en “Lugares”, un programa que indagaba en el trasfondo histórico y en el que se incluían, aparte de cierta información, dramatizaciones, leyendas, ceremonias rituales, música; se buscaba en los rincones más olvidados de España para desentrañar un misterio que nunca terminaba de revelarse completamente.

En octubre de 2003 escribe La Travesía, radioteatro que era emitido el 12 de julio de 2004 por Radio Nacional en el centenario del nacimiento del poeta Pablo Neruda y por el que le otorgan el Premio Ondas Internacional de Radio 2004. En él se recrea el viaje en 1939 del barco Winnipeg de Burdeos a Valparaíso, en una gestión del poeta chileno para acoger a más de dos mil exiliados españoles en el país andino.

Con motivo del IV Centenario de la publicación de El Quijote, Jorge Díaz escribe Epifanía de un sueño (2005), donde se narra la parte final de la vida de Miguel de Cervantes (1547-1616), una historia de penalidades, de olvido y de amor que termina con la muerte del autor, convertido aquí en su propio personaje. La obra, producida por Radio Nacional de España, se estrenó el 23 de abril de 2005 (día del aniversario de la muerte de Cervantes) y se representó el martes 19 de julio en el Festival Internacional de Teatro de Almagro (España).

Jorge Díaz dedicó toda su vida a la creación “compulsiva”: escribió más de cien obras de teatro, para adultos y para niños; guiones para la radio y la televisión; y cultivó otros géneros como el relato breve. Recibió numerosos premios y honores en prestigiosos concursos nacionales e internacionales; sus obras se han traducido a diferentes idiomas y se han montado en escenarios de todo el mundo. Un dramaturgo que siempre intentó que su teatro fuera el sueño de los demás. Sin perder nunca la esperanza en el ser humano, no sólo nos divierte, sino que nos muestra un camino a seguir para hallar en la palabra el significado más profundo de nuestra existencia.

Salamanca (España), agosto de 2008.

 

Bibliografía

Anónimo: “Jorge Díaz: siete años en España”, en Primer Acto: Cuadernos de investigación teatral 137 (octubre de 1971), págs. 62-70.

Celedón, Jaime: “Jorge Díaz”, en Primer Acto 69 (1965).

Díaz, Jorge: “Pablo Neruda viene volando”, en Primer Acto 240 (septiembre-octubre de 1991), págs. 67-116.

----------: “Lucha cuerpo a cuerpo conmigo mismo: Intento de autodifamación razonada”, en Estreno: Cuadernos de Teatro Español Contemporáneo 9 (otoño de 1983), págs. 3-6.

----------: “Dos comunicaciones”, en Latin American Theatre Review IV (Fall 1970), págs. 73-77.

Guerrero del Río, Eduardo: Jorge Díaz: un pez entre dos aguas, Santiago de Chile, RIL Editores, 2000.

----------: El teatro hispanoamericano en Madrid desde 1939 hasta nuestros días, Tesis, Madrid, Universidad Complutense, 1986.

----------: “Prólogo”, en Jorge Díaz: El velero en la botella. El cepillo de dientes, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1972.

Kronik, John W.: “Presentación”, en Estreno: Cuadernos de Teatro Español Contemporáneo 9 (otoño de 1983), pág. 3.

Monleón, José: “Diálogo con Jorge Díaz”, en Primer Acto 69 (1965), págs. 32-37.

Jaime Celedón: “Jorge Díaz”, en Primer Acto 69 (1965), pág. 38.Véase: Jorge Díaz: “Lucha cuerpo a cuerpo conmigo mismo: Intento de autodifamación razonada”, en Estreno: Cuadernos de Teatro Español Contemporáneo 9 (otoño de 1983), págs. 3-6.John W. Kronik: “Presentación”, en Estreno: Cuadernos de Teatro Español Contemporáneo 9 (otoño de 1983), pág. 3.Cito textualmente: Desentrañar la veta que me interesa en la literatura dramática, en lo que escribo, me resulta difícil, porque si un creador, en general, es bastante intuitivo, en mi caso particular esto es todavía más acusado. Yo trabajo en base a direcciones intuitivas. Creo en las posibilidades de mi sensibilidad frente al panorama histórico que me toca vivir. Tengo confianza de que, en cierta manera, expreso problemas e inquietudes de mi generación en mi país. En ese sentido nunca he racionalizado demasiado el problema de mi propia creación artística.

José Monleón: “Diálogo con Jorge Díaz”, en Primer Acto 69 (1965), pág. 32.

Después de vivir unos años en España también adquiere la nacionalidad española.

Jorge Díaz: “Dos comunicaciones”, en Latin American Theatre Review IV (Fall 1970), pág. 73.

Eduardo Guerrero del Río: “Prólogo”, en Jorge Díaz: El velero en la botella. El cepillo de dientes, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1972, pág. 9.

Jorge Díaz: “Dos comunicaciones”, loc. cit., pág. 74.

Jorge Díaz: “Lucha cuerpo a cuerpo conmigo mismo: Intento de autodifamación razonada”, loc. cit., pág. 4.

Anónimo: “Jorge Díaz: siete años en España”, en Primer Acto: Cuadernos de investigación teatral 137 (octubre de 1971), pág. 63.

Véase: Eduardo Guerrero del Río: Jorge Díaz: un pez entre dos aguas, Santiago de Chile, RIL Editores, 2000, pág. 56.

Eduardo Guerrero del Río: Jorge Díaz: un pez entre dos aguas, op. cit., pág. 58.

Jorge Díaz: “Dos comunicaciones” loc. cit., pág. 75.

Eduardo Guerrero del Río: El teatro hispanoamericano en Madrid desde 1939 hasta nuestros días, Tesis, Madrid, Universidad Complutense, 1986, págs. 253-254.

Con el teatro infantil Díaz invita a niños y a adultos a introducirse en un mundo de imaginación y fantasía, les invita a jugar con sus personajes, a bailar, a descubrir un universo lleno de creatividad para desinhibirse y observar el mundo desde una perspectiva nueva, la de la ilusión. Una labor que el dramaturgo logró con creces y que empezó junto a Mónica Echeverría (1920) en 1963 con el estreno de Chumingo y el pirata de lata. Otras de sus numerosas piezas para niños son Serapio y Hierbabuena (1963), La mala Nochebuena de don Etcétera (1964), Pirueta y Voltereta (1970), El generalito (1979), Viaje alrededor de un pañuelo (1982) o El cañonísimo (1997).

Jorge Díaz escribió en 1978 Un día es un día (“La carne herida de los sueños”) donde el dramaturgo se acuerda de los sobrevivientes de una guerra e intenta indagar en las diferentes conductas de los individuos marginados. La obra tiene como contexto la postguerra española y está inspirada en un trabajo del colombiano Jairo Aníbal Niño (1941), El monte calvo (1975). Ese mismo año también escribe La manifestación (1978) y en la que realiza una doble crítica. Censura, por una parte, la actitud de los que, a través del miedo y la represión brutal, intentan vaciar las calles de consignas, actos reivindicativos y gritos de libertad; y, por otra parte, desaprueba a los que mitifican la muerte de un inocente para provocar un nuevo enfrentamiento con la policía, y así un muerto más.

Jorge Díaz: “Pablo Neruda viene volando”, en Primer Acto 240 (septiembre-octubre de 1991), pág. 103.

La figura de Pablo Neruda no ha sido la única que le ha servido de inspiración a Jorge Díaz para la creación de sus obras. En 1998 escribe Federico, el niño que cumple cien años, dedicada al poeta Federico García Lorca (1898-1936) y en noviembre de 1989 Un corazón lleno de lluvia, donde reconstruye la vida de Rosalía de Castro (1837-1885), una mujer que a pesar de sentir el rechazo social por su condición de mujer, supo desarrollar al máximo sus capacidades expresivas.


 

Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006