Dramaturgo / Daniella Lillo  

 

 


Con flores amarillas

de Daniella Lillo

Escena inicial

Raquel y David en el techo.

Raquel: ¿Quieres un té? Tengo la tetera hervida...
David: Por qué no ha llegado René todavía, ¿Raquel?
Raquel: No sé, David. Tú le dijiste que viniera para la casa.
David: ¿Y eso qué tiene que ver?
Raquel: Bueno, tú sabís que no me gusta que vengan para acá.
David: ¿Y dónde más quería ir la perla? ¿Al Sheraton?
Raquel: Prefiero ir a un Motel, me siento incómoda entre medio de todas nuestras cosas, me da vergüenza...
David: ¿Cómo te va a dar vergüenza, mujer? Llevai como 6 meses viviendo aquí y ¡todavía no te acostumbrai...! ¡Hay que ver que son jodidas las mujeres!
Raquel: Yo siempre he sido así. Además tú me prometiste que yo no iba a hacer toda la vida lo mismo... no cumples nada, David...

David toma su taco y comienza a ejercitarse en un costado de la mesa donde tiene una improvisada bocha.

David: ¿Estái descontenta acaso? Acuérdate no más donde te encontré... maraca malagradecida.
Raquel: Sí, soy maraca... pero lo hago por ti, porque te quiero más que a nada en el mundo, y no me llamís malagradecida que eso sí que no te lo voy a aguantar...
David: ¿Entonces? ¿A qué viene tanta alharaca?
Raquel: Yo sé que las cosas no están buenas... pero no pensé nunca que te iba a costar tanto.
David: No me achaquís más, ¿querís?. Tengo corrido el punto bola y tengo que practicar, ¿tu creís que me gusta vivir así?
Raquel: Es que yo no aguanto más, David.
David: Vai a tener que saber aguantar y si no te gusta te podís mandar cambiar. No estoy para pasar malos ratos contigo, tengo suficientes problemas...
Raquel: ¿Y qué problemas te doy yo, mi amor?
David: Los que saben dar las mujeres... ya te dije: si no te gusta la puerta es ancha...
Raquel: Yo no me quiero ir, David... Quiero que estemos juntos, los dos, sólo los dos, ¿me entiendes?. Ya no quiero estar con tus amigos del pool. El René me da asco, no entiendo porque tenís que seguir jugando con él.

David: Porque ese viejo tiene mucha plata y además está caliente con vos... Y por último vai a tener que saber hacerlo no más, porque sino no vamos a llegar a ninguna parte, tú sabís que si pierdo no tengo con qué pagar... ¡Ya! y ahora déjate de hablar leseras y arréglate será mejor.
Raquel: Es que yo...
David: Es que nada, mujer.

Raquel quiere darle un beso a David pero éste se corre.

David: ¿Qué te dije? Guarda los arrumacos para el René...
Raquel: No seas así conmigo... yo sólo quería darte un besito…

Raquel lo intenta de nuevo, David la abofetea, ella llora.

David: No te pongai a llorar, Raquel. Es culpa tuya. No estoy de buen humor y tengo que concentrarme, me espera un juego difícil, tengo que recuperar el efecto. ¿Por qué te cuesta tanto entender por la cresta?

Pedro está en la buhardilla.

Pedro: a veces la costumbre es como un perro que te muerde y te duele, pero igual ese perro es tu mejor amigo, el dolor de la mordida acompaña, es la vida que se toma su precio. Un día tendrá el pelo blanco y no se habrá movido, se pasará toda la vida soñando, llena de arrugas aún dirá: "Mi amor" con un hilito de voz. Pero ella no sueña sola, vive en un mundo que existe, no como yo. Pero no puedo trabajar con todo este ruido en la cabeza...Tengo que pensar en mi trabajo... en mi deber... Así están las cosas... Este es un buen lugar para mí, un lugar nuevo, sin olor, sin color, sin recuerdos... Esas tierras les han pertenecido ancestralmente. Es obvio que luchen por ellas. Son sus genes los que se rebelan, ellos estaban aquí antes que nosotros. Tienen derecho a la propiedad. ¡Hay que darles tierra a los mapuches! ¡Yo se las voy a dar!

David y Raquel en el techo, continúan la acción.

Raquel: ¿Por qué me haces llorar?
David: Me pones nervioso, Raquel... No me gusta pegarte, pero es que tú me obligai.
Raquel: Lo que pasa es que me va a llegar la regla y me pongo sensible.
David: ¿Y te va a llegar hoy día?
Raquel: No sé... puede ser, ¿por qué?
David: Es que "justamente hoy día" no te puede llegar. René debe estar a punto de aparecer y no le gustan esas cochinadas.
Raquel: Pero si no depende de mí, tú sabís como son estas cosas...
David: No sé nada yo, vos te las arreglai con él y pobrecita que el gallo me llegue alegando al pool.

David sale. Raquel queda sola en el cuarto.

Raquel: ¿Cómo volver a creer? El corazón se estira como esperanza de pobre y me galopa en el pecho queriendo arrancar de aquí... y yo no puedo hacer nada... Me enamoré... Me gustaría volver a mi casa y empezar todo de nuevo, sacarme este olor a viejo asqueroso que tengo pegado en la piel, olvidarme de ese catre donde se me han montado los amigos del David. No quiero que pierda más, porque no pierde dinero me pierde a mí. Quiero volver, volver y olvidar, pero no puedo. Pienso en sus manos, en su cara, en su pelo y se me enreda la razón, se me nubla el sentimiento... Todo va a cambiar, tiene que cambiar, sino la vida es una estafa y Dios se olvidó de mí.

Pedro en la buhardilla.

Pedro: ¿Cómo es que se llamaba este dirigente de los mapuches? Lautaro, Lautaro Huinolpan, eso es. Lo voy a llamar y le voy a explicar mi plan de repartición de tierras. Claro que sí, este hombre me puede ayudar. Con la influencia que tiene entre su gente podemos hacer algo inolvidable. (Marca un número de teléfono) ¿Aló? Con Lautaro Huinolpan, por favor. ¿Ya no trabaja ahí...? (para sí mismo) ¡Qué extraño! (por teléfono) ¿Me puede dar algún número donde lo pueda ubicar? ¿Cómo? ¿Lo jubilaron? De todas formas dígame cómo puedo ubicarlo, es urgente. (Anota un número y corta el teléfono). Me había olvidado de los jubilados. Hay que hacer algo por ellos... ya sé... ¡Hay que quitarles los impuestos a los jubilados de este país!

David está en su habitación, es de día. Al parecer se "descolgaron" los cables. Pedro golpea a su puerta. Pedro trata de usted a David, en parte por educación y más adelante por un poco de temor, sin embargo David lo tutea.

David: ¿Sí?
Pedro: Perdón, ¿tiene energía?
David: Claro que tengo. ¿Qué te creís vos?, pero depende para qué...
Pedro: Qué raro....
David: Cómo que qué raro, ¿que me querís decir?...
Pedro: No, disculpe, usted no me entiende...Yo estoy hablando de si tiene luz.
David: Con decirlo así... No me he fijado, como es temprano todavía...
Pedro: Pero para mí es tarde. ¿Tiene herramientas?
David: Claro que sí. (Orgulloso) El enganche lo hice yo mismo cuando llegamos, seguro que hubo una falla en el voltaje y se nos cayó el alambre... tú sabís como son estas cuestiones...
Pedro: ¿Podríamos ir a tratar de instalar la corriente de nuevo?, yo estoy bastante atrasado...
David: A propósito, ¿dónde vivís?
Pedro: Aquí mismo, perdone que no me haya presentado, llegué hace un par de días, mi nombre es Pedro.
David: ¿Y pensai quedarte?
Pedro: No veo por qué no...
David: Yo te pregunto por curiosidad nada más, erís la primera persona que se instala aquí con nosotros.
Pedro: ¿Le molesta?
David: No, siempre y cuando cada uno esté en su espacio, ¿me cachai...? Esta casa estará abandonada pero tiene sus reglas.
Pedro: Y esas reglas las pone usted, ¿no es cierto?
David: ¿Quién más? Yo encontré la casa y la ocupé junto a mi mujer...
Pedro: Pero no es suya...
David: Ahora sí poh, es como si lo fuera, es mía porque yo corrí todos los riesgos: cambiar la chapa, entrar de noche, escondidos y colgarnos de la luz, incluso abrí el agua desde la calle porque estaba cortada.
Pedro: Bueno, entonces tómeme como un pacífico inquilino que vive aquí...
David: No puedo echarte pero te advierto que no me gusta que se metan en mis cosas.
Pedro: A lo mejor con un poco de dinero en calidad de arriendo se arreglan "esas" cosas.

Pedro abre su billetera, David le echa un vistazo a un fajo de billetes que tiene adentro. Pedro le pasa un par de billetes.

David: Si tú insistes...
Pedro: Además no veo por qué deberíamos toparnos, al parecer tenemos horarios bien distintos...
David: ¿Me hai estado espiando?
Pedro: No, pero lo escucho salir de noche y llegar de madrugada... En todo caso, no es algo que me interese o que me preocupe...Todos tenemos nuestro mundo privado y yo no voy a interferir con el suyo.
David: Eso mismo pienso yo, la vida es para tomarla como venga no más...
Pedro: ¿Podríamos buscar las herramientas? Se me está haciendo tarde...
David: Deben estar por aquí...

Buscan las herramientas. Se escucha cantar a Raquel en la ducha sobre el tejado.

Raquel: Venid y vamos todos
Con flores amarillas
Con flores amarillas
Que madre nuestra es.

Pedro se queda escuchando su voz, le cuesta reaccionar. David encuentra la caja de herramientas.

David: Vamos, aquí tengo de todo para arreglar la pana.
Pedro: Claro, gracias.
David: Veo que te gustan las canciones de iglesia.
Pedro: A decir verdad, no, para nada...

Raquel sigue cantando. Sale Pedro. David se devuelve, abre la puerta del baño donde Raquel canta.

David: Con flores a María, mierda.

David sale. Del baño aparece Raquel con una toalla. Se ve triste.

Raquel: Sí, eran flores amarillas. Fue lo único que él le dejó antes de irse. Las sacó del jardín de la vecina, las puso arriba de la mesa y no volvió más... Mi mamá se quedó esperando parada en la puerta de la casa con su único viejo vestido cada día más corto.

Pedro en la buhardilla habla por teléfono.

Pedro: Aló Don Lautaro Huinolpan, Usted no me conoce, (le contestan al otro lado) mire yo tengo un plan específico para hacer algo por ustedes (silencio) No, no soy político, es algo complicado de explicar por teléfono, pero yo sé que hacer para que se recuperen las tierras que les corresponden. (Silencio) No, no es lo que usted cree... (Silencio) pero no me diga eso... yo sólo quiero ayudar... (Silencio) Aló? Aló? (corta el teléfono)

Raquel está sola en la habitación y se ve nerviosa. Se sobresalta cuando entra David, todavía está con la toalla, se viste rápidamente.

David: Estás nerviosa, ¿Qué pasó?
Raquel: Lo que pasa es que... bueno... El René no llegó...
David: ¿Cómo que no llegó? De seguro metiste la pata con algo que lo molestó... ¿qué fue lo que le dijiste la otra vez, mujer?
Raquel: Nada, David. Te juro que incluso estuvimos conversando de su familia, tú sabes que tiene su niñito enfermo.
David: ¡Qué niñito ni que ocho cuartos! Estamos atrasados, hace ya dos días que me ganó... y de seguro quiere jugar hoy día...
Raquel: ¿De nuevo?
David: Sí poh, vai a tener que pegarte dos al hilo...
Raquel: Pero ¿por qué con él, David?
David: Ya te dije que el gallo anda caliente con vos. El problema ahora es que de adonde vamos a sacar la plata para pagar la deuda.
Raquel: ¿Cuál deuda? si yo ayer pagué todo lo que le debíamos a la Sra. Maruca en el minimarcket...
David: Es que tengo una deuda nueva y no la podís pagar en carne me entendís?...
Raquel: Pero ¿por qué?
David: Porque anoche me ganó una vieja que va al Pool y quiere la plata... no te va a querer a vos poh.
Raquel: ¿Y qué vamos a hacer?
David: ¿Qué vai a hacer vos? La cuestión es que ahora me tenís que conseguir las 15 lucas o si no ya sabís...
Raquel: Pero de donde las voy a sacar, es mucha plata...
David: ¿Y por qué no vai arriba donde vive ese gallo, el Pedro ese y te conseguís la plata con él?... El otro día le vi la billetera llena de billetes y tú sabís cómo dejarlo loquito...
Raquel: Pero si no lo conozco, ¿cómo voy a ir a ofrecerme así no más?
David: Bueno, tú eres la experta en cachas. Lo único que se es que cuando vuelva quiero la platita contante y sonante, nada de cheques, ¿oíste?. Pídele veinte para que nos quedemos con algo...

Sale David. Raquel se mira en un espejo roto y esboza una sonrisa triste. Sale rumbo a la buhardilla con paso cansado. Golpea la puerta, Pedro está en el computador, no atiende enseguida, ella va a insistir pero se arrepiente. Cuando Raquel se está yendo, Pedro abre la puerta.

Pedro: ¿Sí?
Raquel: Yo... este... bueno... yo soy su vecina de abajo, me llamo Raquel... venía porque...
Pedro: No me diga nada, ¿estoy haciendo mucho ruido, verdad?
Raquel: (confundida) Eso, sí eso, el ruido... yo estaba tratando de... dormir y... la verdad es que no se que tiene aquí arriba pero mete harta bulla.
Pedro: Debe ser la impresora, no está muy buena, disculpe
Raquel: Yo no se nada de esas cuestiones, pero en la escuela me iba súper bien en matemáticas, ¿sabe?
Pedro: No es difícil.

Raquel trata de mirar hacia adentro, Pedro se da cuenta y luego de meditarlo un segundo decide hacerla entrar.

Pedro: ¿Quiere entrar?
Raquel: Bueno... si no le molesta...
Pedro: No recibo muchas visitas así que no mire el desorden. Pase. Tengo una sola silla.

Pedro se sienta en la silla frente a su computador.

Pedro: (sin darse cuenta) ¿Se quiere sentar?

Raquel se siente turbada, cree que él quiere que se siente en sus piernas. Pedro se da cuenta de la equivocación.

Pedro: Disculpe, qué tonto soy... No recibo nunca visitas... Siéntese, por favor.

Pedro se levanta de la silla.

Raquel: No se preocupe, así no más. Qué bonito el aparato. (Mira el aparato por detrás, Pedro da vuelta la pantalla para que no lea lo que hay escrito) ¡Y tiene pantalla!
Pedro: Sí...

Silencio.

Pedro: Bueno, voy a tratar de no hacer ruido de ahora en adelante.
Raquel: ¿Por qué?
Pedro: Bueno, usted me dijo que no podía dormir...
Raquel: Ah sí ¡verdad! yo... bueno... yo me puedo poner unos algodoncitos, no se preocupe...
Pedro: Ahora estoy ocupado, si no le molesta...

Pedro va hacia la puerta para pedirle que se marche. Raquel se acerca a la pantalla por delante, Pedro no alcanza a evitarlo.

Raquel: (haciéndose la desentendida con la invitación a marcharse) ¿Qué está haciendo? (Mirando la pantalla) Mire usted, yo también tengo un tío jubilado, no sabía que trabajaba para los jubilados.

Pedro apaga rápidamente el computador.

Pedro: Algo así, por el momento no le puedo contar. Otro día le enseño a usar el computador.
Raquel: Me encantan los secretos, pienso que son como un tesoro que todos tenemos, bueno, pero uno no le muestra sus joyas a cualquiera... Hay ladrones de todo creo yo, hasta de secretos...
Pedro: A veces los secretos son como espinas, clavan en el pecho y apenas se puede respirar.
Raquel: Bueno, la vida es como la mecha de un fuego artificial, cuando se prende ya no hay nada que hacer, pero no siempre es año nuevo, ¿cierto?
Pedro: No, no siempre.

Silencio. Se miran profundamente a los ojos. Ella le va a tomar la mano y se arrepiente a mitad de camino.

Pedro: No me gusta recordar, y no me gusta que me miren a los ojos...
Raquel: Perdone, yo sólo trataba de... bueno... es que el frío me pone un poco tonta, ¿sabe?
Pedro: ¿Tiene frío? Yo no tengo calefacción, es mejor que vuelva a su casa...
Raquel: (empieza a ponerse nerviosa porque no sabe cómo pedirle el dinero) Sí... no... O sea... lo que pasa es que ahí tampoco tengo calefacción...
Pedro: Ah... Pero con una taza de té bien caliente, cambia la cosa.
Raquel: Tampoco tengo té. Le puedo pedir un favor...
Pedro: Ni hablar, ahí tiene una cajita de té, yo no tomo, me hace mal para la úlcera.
Raquel: Gracias, pero no quiero abusar, el problema es que no tengo gas para hacerme el té...
Pedro: ¿Y esas cosas a electricidad tampoco tiene?
Raquel: El anafre se me echó a perder el otro día y yo no entiendo mucho de cables. Lo mejor sería comprar un balón, ¿no le parece?
Pedro: Claro, pero si no tiene plata, mejor tráigame el anafre, yo se lo arreglo.

Se escucha a David que llama a Raquel con un grito.

David: ¡¡¡¡ Raquel!!!!

Raquel se sobresalta. Pedro percibe miedo en ella. Va hacia el fondo y vuelve con su billetera.

Pedro: ¿Cuánto necesita Raquel?
Raquel: Veinte... Gracias.

Le va a dar un beso en la mejilla, pero se arrepiente. Sale rápido. Han pasado un par de horas desde que Pedro le diera la plata. David viene entrando con un diario en la mano y Raquel se está haciendo una máscara de palta para el rostro. Luego ambos toman sol en la terraza, ella le prepara un borgoña en un jarro.

David: Qué bueno que ahora hay un poco de plata sino te sacaría la cresta por gastarte la ensalada en la cara...
Raquel: Si no es por la palta sería por otra cosa, ¿no es cierto?
David: Parecís teletubi...
Raquel: (se ríen) Ya oh, no seai pesado.
David: Me querís decir para qué te echai tanto menjunje?
Raquel: Para verme más bonita... además tengo la piel cansada...
David: La piel no se cansa, mijita, se arruga, se marca.
Raquel: No hay tiempo para el cansancio, David. Anoche fue una noche larga y las noches largas marcan...
David: sí están las cosas, hay que dar gracias de que haya trabajo, no hay que ser un ingrato.
Raquel: El trabajo más pesado me lo llevo yo. Además no es un trabajo, son tus deudas...
David: Te estai quejando?
Raquel: No.
David: ¿Qué sabís tú lo que yo tengo que pasar en el Pool? Todo siempre lleno de humo y yo ahí asfixiado, con el pecho apretado por el asma, y ahora que tengo corrido el punto bola y no veo ni una, peor está la cuestión, ¿y acaso me quejo? Tú sabís que antes no me ganaba nadie pero me falla el efecto y no hay caso... De todas formas me deslomo para volver con unos pesos... Mientras tú aquí calentita en la casa... ¿Y más encima te quejai? (con ironía) ¿vos? ¿te quejai?

David la toma del cuello y aprieta con fuerza, a Raquel le gusta, casi asfixiada siguen hablando, ella con un hilito de voz, es bastante erótico.

Raquel: Sí, pero si pierdes...
David: Te apuesto que te gusta...
Raquel: No.
David: Y de tanto pescarte al René no te calienta un poquito?
Raquel: No seai bruto.
David: Ya me tiene hinchado ese viejo... (Cariñoso) Pero cuando me recupere te prometo que no voy a dejar que nadie te ponga las manos encima...
Raquel: Pero mientras pierdes tanto que ya no doy más. Yo no soy tu chequera, David.
David: (irónico) Esta semana no he perdido tanto, no estarás trabajando de más... y para ti solita...?
Raquel: ¿Cómo se te ocurre decirme eso? Anoche no me acosté con nadie pa' que sepai, dos tipos se lo pasaron hablándome no más... A veces pienso que la gente está tan sola... vienen y me cuentan sus penas y yo no sé que decir... Escucho no más y parece que eso los hace felices.
David: Mientras no me jodan por lo que les quedé debiendo... yo no tengo ningún problema en que te hablen toda la noche si quieren...
Raquel: Es que yo me quedo con un sabor amargo, como si me tragara los clavos que ellos tienen atravesados y la garganta se me aprieta, se me oxida...

David la suelta. Ambos quedan mirándose frente a frente.

David: No se te vaya a oxidar otra cosa no más...
Raquel: No se puede hablar en serio contigo, no entiendes nada. Estoy cansada.
David: Yo también estoy cansado, de todo, de ti, de la mala racha...
Raquel: No te desquites conmigo, tú solito te funaste en el otro pool.
David: A lo mejor "El pirata" podría darme una manito...
Raquel: ¿Cuál pirata?
David: Este. (David le muestra el diario) El pirata, uno que tiene la escoba. Tú ya no te enteras de nada, no oyes la radio?. Le ha repartido tierras a los mapuches, dicen que desarmó varias cuestiones del gobierno, incluso le subió el sueldo a los basureros municipales.
Raquel: No tenía idea...
David: Escucha... (Le lee) Se están creando legislaciones muy estrictas en todo el mundo contra los hackers... (deja de leer) qué mierda será eso? (continúa), con el objetivo de proteger la información contenida en muchos sistemas. Un hacker representa la libertad de información por computadora pero al mismo tiempo se le califica de pirata futurista. En el caso del llamado Robin Hood del ciberespacio que está operando en Chile se ha ofrecido una recompensa para quienes den información certera de su ubicación "real" ya que ha sido imposible localizarlo en la red. (deja de leer)
Raquel: ¿Y por qué lo hará?
David: Dicen que para ayudar a la gente. Anda a saber tú, a lo mejor quiere un poco de fama... ¿No conocís la historia de Robin Hood?
Raquel: Sí, vi la película en la Tele. Era un hombre que le robaba a los que tenían plata y luego la repartía entre los pobres.
David: Eso mismo. Vai a tenerte que poner palta más seguido, chis, te ponís inteligente....
Raquel: Nunca pensé que pudiera existir alguien así de verdad...
David: En todo caso, el gallo es un pato malo, lo van a agarrar igual. Pero podría hacernos la paleteá de darnos un engañito a nosotros que somos tan esforzados... ¿no creís?. Antes que lo agarren digo yo...
Raquel: ¿Nadie sabe donde está?
David: Claro que no, todo lo que hace lo hace para callado, obvio, no es náh de leso. Y si alguien supiera ya lo habría denunciado para quedarse con los morlacos, no creís?
Raquel: Pero si la policía lo busca debe estar asustado, a lo mejor no tiene a donde ir...
David: Ya salió la defensora de los huerfanitos... Ese no es problema nuestro... tú preocúpate de hacer bien la pega. Bueno, yo me voy al Pool, hoy tengo revancha.
Raquel: Anoche perdiste de nuevo, David... El Julio te quebró...
David: Pero hoy día ando con una buena racha y no te pongai pájaro de mal agüero, querís?. Ahora sí que no se me va ni una bola... seguiditas... todas adentro como me gusta a mí... Nos vemos más tarde, acuérdate que tenís que ir a buscar al Julio y traértelo para acá...

David se peina con gomina antes de salir. Raquel queda sola.

Raquel: Ojalá recupere el punto de bola.

Prende la radio. Suena el final de "Lo dudo" por Los Panchos, después vienen las noticias. Pedro en la buhardilla está buscando noticias, se encuentra con la misma emisora que está oyendo Raquel y sorprendido escucha las mismas noticias que ella.

Radio: Interrumpimos el programa "Lo mejor de los recuerdos" para informar que el hacker ataca de nuevo. Varios títulos de tierra fueron falsificados vía Internet con el propósito de entregar tierras a los indígenas de la zona de Arauco. Afortunadamente la estafa fue descubierta a tiempo, dijeron los agricultores dueños de los predios agrícolas. Esta sería otra obra del pirata computacional llamado el Robin Hood del Ciberespacio, como lo bautizó la prensa. Se supone que el pirata ha hecho otras acciones contra el sistema pero todavía no se puede comprobar que tan grande es el daño, al parecer es imposible rastrear sus pasos en la red. Nadie puede asegurar que la situación está bajo control. Cualquier empresa u organismo social o estatal podría estar sufriendo los embates del hacker chileno. Seguimos con "Lo mejor de los recuerdos", esta tarde recordamos a Javier Solís...

Suena la canción "Escándalo" de Javier Solís.

Raquel: Robin Hood... un hombre bueno en la ciudad... Si mi mamá estuviera viva no me creería... Ella pensaba que todos los hombres buenos se fueron a vivir tan lejos que una nunca sabe de ellos, como si la tierra se los hubiera comido y los estuviera disfrutando para calladita...

Pedro solo en la buhardilla, ha escuchado la radio y está triste y de mal humor.

 

Pedro: ¿Para qué estoy en esto? No tiene sentido que siga haciéndolo... La palabra humana es una sucesión de sílabas: mientras una parte de la palabra vive todavía, las otras partes caen ya en la nada. Cuando se ha pronunciado toda la palabra, ya no existe, es un recuerdo. Mi palabra son mis imágenes, mis acciones. Sólo el verbo de Dios es eterno y yo no creo en él. En los diarios dicen que yo me creo un Dios, pero yo sólo creo en el temor... Si Dios está celoso de mí es porque nadie sabe quien soy... No soy una imagen, no soy una palabra, soy una mentira, un juguete... pero me necesitan, así justifican sus propios miedos, sus gastos en seguridad, así tienen a quien perseguir... Pero el verdadero cordero no soy yo, sino sus cuerpos. Sus cuerpos fríos y bellos, solos, solos en ese desierto blanco que yo les di... Yo me creía solo, me pensaba solo, pero cuando la escuché cantar supe que no estaba solo sino abandonado.

Pedro se levanta de la silla. Deja su computador y se dirige a la puerta.

Pedro: Necesito aire, necesito hablar aunque mi palabra esté muerta.

Raquel está en su casa recortando imágenes del Diario referentes al pirata cibernético. Llega Pedro.

Raquel: Con esta noticia ya tengo mi cuaderno casi lleno... Parece que el pirata no se cansa nunca, no hay día que no salga algo suyo en el diario. Increíble...! Yo que nunca junté figuritas ni tuve ningún álbum como todas mis amigas, a lo mejor no quería tener ilusiones, sólo mirar y mirar y mirar lo que veía de verdad... sin sueños...

Golpean la puerta. Raquel abre, antes esconde su cuaderno debajo de la cama. Es Pedro quien luce bastante apesadumbrado.

Pedro: Perdone que la moleste a esta hora...
Raquel: No se preocupe... yo todavía no me acuesto.
Pedro: (Se entiende que él ya sabe que Raquel se acuesta con hombres) ¿Esta noche no tiene que salir?
Raquel: (Con pudor) Yo... no... creo que no... los lunes me quedo aquí en la casa...
Pedro: No sabía que era Lunes, estoy un poco perdido.
Raquel: Usted no se ve nada bien, ¿no tendrá fiebre?
Pedro: No es mi cuerpo, Raquel, el que está perdido. Es mi alma.
Raquel: No diga eso. Las almas no se pierden, a veces se confunden, pero no se pierden.
Pedro: No es mi caso. Yo no sólo he perdido mi alma, lo perdí todo.
Raquel: No hable así. Tiene su trabajo, su salud, su vida. Además es usted libre, no tiene que explicarle nada a nadie, parece.
Pedro: Estoy preso de mis sentimientos, de mi dolor. Esa no es libertad. Estoy anclado a los remordimientos y mis sueños son terribles. No descanso, Raquel, no puedo.
Raquel: No creo que sea bueno que me cuente a mí esas cosas, yo... no sé... yo no sé escuchar...Ya no me gusta que me cuenten nada, usted no sabe, ni se imagina todo lo que escucho... Es que... no sé que decir...
Pedro: No me diga nada... No tengo derecho a perturbarla. Es mejor que me vaya.

Raquel va a tomarlo del hombro pero se arrepiente a mitad de camino.

Raquel: Yo no dije eso, Pedro. ¿Le puedo decir Pedro?
Pedro: Sí, claro...
Raquel: No quiero que se vaya. Sólo le pido que no espere nada de mí, soy bastante torpe, ¿sabe?
Pedro: Yo no lo creo así. La vida no siempre es justa con las cosas que nos da, o que nos quita. Es como jugar a la lotería, uno elige los números pero el azar dicta quienes son los ganadores.
Raquel: Yo nunca juego, no me gusta esperar para saber si gané. A lo mejor por eso me equivoco tanto.
Pedro: No se trata de equivocarse, sino de poder vivir con los errores. Yo no puedo.
Raquel: Pero todos metemos la pata, Pedro. Hay que saber perdonarse.
Pedro: ¿Se da cuenta Raquel que no tiene nada de torpe?
Raquel: Puede ser... no sé. Los hombres que me hablan no lo hacen como usted.
Pedro: Qué parecemos los dos... usted pensando en su torpeza y yo muerto por dentro, muerto de muerte natural, de pena.
Raquel: ¿Por qué dice eso? Es malo hablar así.
Pedro: Fue mi culpa, Raquel. Yo iba manejando y estaba apurado y de mal humor, había hecho un mal negocio en la tarde y me sentía idiota, inútil. La Josefina iba atrás en su asiento chiquitito, y no paraba de llorar. Angélica me pedía que sacara el pié del acelerador, pero yo estaba ciego y sordo. Sólo veía un hoyo negro delante, en el pavimento, un hoyo que se tragaba las líneas amarillas... Cuando me desperté había una enfermera a mi lado con una jeringa en la mano y ella me dio la noticia... Sabía que yo me iba a poner como loco, entonces me clavó enseguida y me dormí... soñé con los ataúdes blancos, inmensos, encerrados en la Iglesia...
Raquel: Pedro...
Pedro: No diga nada... no es necesario. Fue una pesadilla que no acaba de terminar. Desde entonces sueño con un hombre, una especie de santo, que me clava una lanza en el pecho y yo me convierto en dragón...
Raquel: Ese hombre es San Jorge. Si se le aparece es para que usted mismo mate la pena...
Pedro: No es por eso, Raquel. Tengo que vivir con esa lanza atravesando mi pecho y no olvidar, no olvidar nunca.
Raquel: Yo no le digo que olvide, no se puede, pero intente salir de ese sueño, porque es terrible mientras dura.
Pedro: ¿Y para qué ?
Raquel: Para vivir... ¿le parece poco?
Pedro: Yo vivo, pero vivo con odio, con rabia...


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